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Paul Celan

Paul Celan destinó a la publicación apenas 500 poemas, pero tras su muerte se encontró en su legado casi el mismo número de poemas póstumos. Esta proporción entre la obra reconocida por el autor y su producción literaria real muestra la enorme exigencia que Celan imponía a su escritura poética. La decisión acerca de la publicación de sus poemas fue variando a lo largo de las distintas fases de la vida creadora del poeta. Es verdad que se conservan poemas inéditos pertenecientes a las distintas épocas de la obra. Pero mientras que en algunos volúmenes como, por ejemplo, De umbral en umbral, Reja de lenguaje, Cambio de aliento o Compulsión de luz fueron recogidos, salvo contadas excepciones, casi todos los poemas de la época, existen en otros periodos grandes conjuntos de poemas no publicados, que casi alcanzan en extensión a la obra publicada. Junto a la obra temprana y a la primera época parisiense, durante la cual el autor decidiera la forma definitiva de Amapola y memoria, hay que tener aquí en cuenta sobre todo los años 1959-1963, en los que surgió La rosa de nadie; luego, los poemas de la primavera y el verano de 1966, los cuales, aunque corresponden temporalmente a Soles filamentos, constituyen ciclos independientes; además, los poemas escritos en el verano, sumamente fecundo, de 1968, simultáneamente con los dos últimos ciclos de Parte de nieve; y, finalmente, la producción posterior al final del verano de 1968, que ya no fue integrada por el propio Celan en ningún ciclo ni preparada por él para la publicación. Paul Celan había pensado en publicar un reducido grupo de poemas póstumos, pero nunca llegó a realizar este proyecto. Abrigaba la idea de un volumen en el que a lo ya publicado, y a algunos aforismos, se sumasen también poemas de ocasión inéditos. No obstante, se preocupó por designar la amplia producción póstuma perteneciente a los dos últimos años de su vida con etiquetas del tipo de '¡No publicar!', '¡No publicar nunca!' o 'Impublicable'. Y, con todo, nunca destruyó estos poemas; al contrario, los guardó e incluso ordenó cuidadosamente, junto con todas sus versiones previas. Ambos actos, tanto la prohibición de publicarlos como la custodia de los poemas, forman parte de una única última voluntad.

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