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Raquel Schallman

El nacimiento de un hijo responde a una profunda necesidad vital. Y el parto es un hecho absolutamente genital y sexual. Por lo tanto, el parto no es meramente una situación médica, de enfermedad y riesgo, sino que tiene que ver con la vida, el placer, la alegría, la esperanza y las emociones intensas. Si cada uno se animara a preguntarse ¿cómo quiero tener a mi hijo?, ¿ dónde?, ¿de qué manera?, cada cual buscaría lo que necesita, tomaría el dolor y el temor, que sí existen #y que tienen su razón de ser#, y aprendería a utilizarlos para favorecer el proceso. Y así podrían hallarse estrategias mucho más prácticas, cotidianas, simples y cercanas que una anestesia peridural, que, como bien dice el nombre, "anestesia" y no sólo el dolor, sino también el placer. ¿El que se asusta tanto del dolor, se asusta tanto del placer? Entonces, algunas mujeres descubren que la posibilidad de elección es infinitamente más amplia de lo que se habían imaginado. Se puede tener al bebé en casa, con un alto grado de seguridad, con todo un equipo obstétrico, o mejor aún, con uno pequeño. O bien sentirse seguras en el interior de una institución, pero después de haber acordado qué es lo más importante para ellas. No hay sólo un tipo de parto. No es necesario que todas las parturientas sean tratadas como enfermas. Cada una es el centro de esta situación. Los que estamos alrededor, profesionales de la obstetricia, debemos tener un solo objetivo: acompañarlas y cuidarlas y, fundamentalmente, respetarlas en sus deseos y decisiones, siempre que éstos no las dañen. Las mujeres deben animarse a recobrar este espacio propio, tal vez el más importante y trascendente de la vida, eligiendo parir en libertad.

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